El Sacramento de la Penitencia


El perdón de los pecados cometidos después del Bautismo es concedido por un Sacramento propio llamado Sacramento de la Conversión, de la Confesión, de la Penitencia o de la Reconciliación.

La grandeza de la misericordia de Dios se pone particularmente de relieve ante la consideración de la negatividad insondable del pecado. En efecto, la malicia que supone el quebranto de la Voluntad divina por parte de la criatura, ofende a la Majestad de Dios y alcanza por ello gravedad infinita. Sin embargo, es Dios mismo quien ofrece su perdón, porque no desea la muerte del hombre sino que se convierta de su camino y viva (Ez. 33, 11). Su inagotable misericordia obra pacientemente con vosotros, no queriendo que algunos perezcan sino que todos vengan a penitencia (I Pe. 3, 9).

Al ofrecer su perdón, Dios pide a cambio una conversión en el interior del hombre, un cambio de vida, un retornar de nuevo hacia Él. Y es precisamente este requerimiento divino lo que engloba el concepto de penitencia.

Etimológicamente, penitencia viene del verbo latino poenitere = tener pena, dolerse, arrepentirse. En teología se usa indistintamente el término para designar tanto una virtud como un sacramento.


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