El Sacramento de la Confirmación


La confirmación es el sacramento que da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos todavía más a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la Fe Cristiana por la palabra acompañada de las obras.


Por implicar perfección y consumación de la gracia y el carácter del bautismo, este sacramento forma parte de la iniciación cristiana. Confirmar significa afirmar o consolidar, y por ello la confirmación lleva a su plenitud lo que en el Bautismo era sólo inicio. Particularmente tras de la recepción de este sacramento, la misión del cristiano debe ser más activa que pasiva, en consideración de dicha plenitud: misión eminentemente apostólica, donde se continúa de algún modo la gracia de Pentecostés.


Por esta razón, sólo los confirmados pueden ser padrinos de bautismo, o recibir las sagradas órdenes. La confirmación es para nosotros lo que Pentecostés fue para los Apóstoles.


Luego de haber dado Jesucristo el Espíritu Santo a los Apóstoles (cfr. Jn. 20, 22), éstos permanecían tímidos, ignorantes e imperfectos. Dios procede por grados en la comunicación de sus dones. Los Apóstoles tenían ya el Espíritu Santo, pero no habían recibido aún la fortaleza para confesar la fe y transmitirla: ésta la recibieron el día de Pentecostés. También nosotros recibimos por primera vez al Espíritu Santo en el bautismo, recibiendo luego, la plenitud de sus dones, en la confirmación.

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