Semana Santa: Seguir a Jesús
Estamos en la Semana Santa en la que acompañamos a Jesús en las últimas etapas de su vida terrestre y entramos en los grandes aspectos del Misterio Pascual.
¿Qué pretendemos?
… Dar firmeza a la fe de nuestros Bautismo como nos está pidiendo nuestro arzobispo
D. José Cobo.
… Manifestar nuestro amor al Señor diciéndole con San Pedro: ”tu sabes que te amo”.
Este es el final del proceso de iniciación cristiana de los catecúmenos que era la preparación de los adultos para el bautismo en la Noche Santa de la Vigilia Pascual.
… Aprender como los apóstoles reunidos el sentido de la pasión y muerte de Jesús
… Entrar en el misterio de la nueva Pascua y de la Resurrección: Jesús ha salido victoriosos, la muerte no tiene la última palabra.
“Os he dado ejemplo para que loque he hecho, también lo hagáis vosotros”.
Jesús nos enseña humildemente que amar en palabra y obra significa ante todo servir a los hermanos. Y el que no acepta esto, no puede ser su discípulo, pero quien sirve recibe la promesa de la salvación eterna.
Por tanto, la existencia cristiana nos exige avanzar en el camino del amor. La ley de Cristo es la ley del amor. Esta ley, transformando el mundo, como fermento, desarma a los violentos y pone en su lugar a los débiles y humildes.
Servir es el camino de la felicidad y de la santidad: nuestras vidas se transforman en una forma de amor a Dios y hacia nuestros hermanos. El que ama no hace cálculos, no busca ventajas. El amor y el servicio dan sentido a nuestra vida y la hace hermosa pues sabemos para qué y para quién nos comprometemos. Es en el nombre de Cristo, el primero que nos ha amado y servido.
¿Hay algo más grande que saberse amado?
¿Cómo no responder alegremente la llamada del Señor?
El amor es el testimonio por excelencia que abre a la esperanza. El servicio a los hermanos transfigura la existencia, pues manifiesta que la esperanza y la vida fraterna son más fuertes que toda asechanza de desesperación porque el amor puede triunfar en cualquier circunstancia.
Como San Pedro, nos podemos ver desconcertados por el humilde gesto de Jesús.
Pedro le dice ¿lavarme los pies tu a mí? Jamás. Como él, tardaremos tiempo en comprender el misterio de salvación, y a veces nos resistiremos a emprender el sencillo camino del amor. Solo el que se deja amar puede a su vez amar. Pedro permitió que el Señor le lavara los pies.
Se dejo amar y después lo comprendió.
Queridos, la Iglesia cuenta con nosotros para que seamos los testigos del Resucitado a lo largo de toda nuestra vida. Si deseamos ser reconocidos por nuestras cualidades profesionales, ¿cómo no sentir también el deseo de acrecentar nuestra vida interior fuente de todo dinamismo humano? Como miembros de la Iglesia os corresponde continuar el gesto del Señor: el lavatorio de los pies prefigura todas las obras de amor y de misericordia que los discípulos de Cristo habrían de realizar a lo largo de la historia para hacer crecer la comunión entre los hombres.
Hoy, también vosotros estáis llamados a comprometeros en este sentido, aceptando seguir a Cristo; anunciáis que el camino del amor perfecto pasa por la entrega total y constante de sí mismo.
Se lo pedimos a la Virgen de los Dolores.
José María Asenjo Sanz
Párroco
Equipo Sacerdotal
D. José María
Asenjo Sanz
Párroco
D. Juan José
Pérez-Soba
Sacerdote
D. Israel
De José Casillas
Sacerdote
D. Victorio
Lorente Sánchez
Sacerdote